Capítulo 1: Soplar y tragar.

Caminaba, como siempre cuesta arriba, con ese asqueroso sabor de la pasta de dientes en la boca y los pantalones caídos por el peso de todo el dinero que estaba dispuesto a gastar, ¿por qué no? Era el puto día del alcohol, y lo celebrábamos todos los años bebiendo. En realidad este era el primer año que lo íbamos a hacer, pero teníamos pensado repetirlo muchas más veces, siempre que sobreviviésemos a ésta.


A eso de las 10 de la noche nos encontramos en el Bamboo Lake, ese sitio horrendo, un puto antro infernal en el que se sirve calimocho en cantidades industriales y en el que gente como nosotros, o por lo menos yo, disfrutamos observando a esos chiquillos de mofletes sonrosados aguantando el vómito con el que esperábamos no tropezar al salir fuera. El plan era sencillo, primero teníamos que inscribirnos en el juego, para eso, nos turnamos para soplar en el alcoholímetro, aquellos que tenían algo de alcohol en aire, estaban automáticamente eliminados, recuerdo que todos pasamos la primera fase, excepto Danny Black, siempre me cayó bien ese tipo, pero el muy cabrón siempre quedaba antes con su novia… no sé cómo se llama, el caso es que ya había uno menos.

A partir de ahí las reglas eran sencillas, cuando se diese la salida, saldríamos cada uno por su lado a beber, pero no beber en plan “vamos a tomar una copa”, lo que nosotros buscábamos era una especie de maratón etílica. Cada hora volveríamos todos al Bamboo Lake y soplaríamos más, y el último de cada ronda se eliminaba. El ganador, bueno, realmente no había ganador porque no recuerdo haber concretado ningún premio material, pero supongo que se ganaría el respeto de los demás, una panda de enfermos mentales que solo quieren ver mierda, oír mierda y por supuesto beber mierda.

Estos momentos de lucidez previa al alcoholismo se recuerdan con un particular nerviosismo, sé que Brendan tenía una estrategia preparada, y Charlie conocía la ancestral técnica de combinar una serie de chupitos, a base de orujo, ron, tequila y tabasco. Yo, en cambio, quería ser original. Soy Village, joder, mi segundo nombre es Originalidad. Más bien mi mierda de estrategia consistía en improvisar, ya se me ocurriría qué beber.

Salimos rápidamente del Bamboo Lake, creo que éramos Brendan “El Comadreja”, Charlie, Johnny B., Otto, Thiago y yo. Crucé la calle rápidamente y entré sin pensarlo en el Dominó. Mierda, precisamente el lugar donde Charlie se metía sus pócimas varias. ¡Qué coño! Ya estoy aquí, voy a ganarle en su propio juego, conozco a Charlie bien y sé que muchas veces no aguanta en su estómago una cantidad considerable de estos licores, sobre todo si añades el tabasco. Los siguientes veinte minutos pueden resumirse en un consumo masivo de tequila y orujo, dejé que se tomase él el tabasco, se trata de ganar a los demás, carajo, no de pasárselo bien bebiendo. Entonces me atraganté con un chupito de ron con orujo, joder, pensé que me moría. Puede que mi garganta estuviese diciéndome “¡No más, hijo de la gran puta!” o puede que entre que me llenaban el vaso estuviese jugueteando con una moneda y sin querer entrase dentro del vaso… ni para fuera ni para dentro, fuere lo que fuere estaba en medio, Charlie aprovechaba para coger ventaja y mi cara estaba morada.

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