Capítulo 10: Zanahorias y más historias.

Hay un millón de situaciones en la vida en la que el tiempo pasa demasiado despacio, ésta es una de ellas. No obstante, hay otras pocas que son tan fugaces que, a veces, dan vértigo y no se permiten atrapar, solamente, si cabe, por los que tienen cojones. Para éstas últimas yo suelo tener dos botones en la entrepierna y se escapan. Lo jodido es que la situación en sí dura unos segundos, pero la reacción posterior de pesar al no haberla aprovechado se mantiene demasiado.


Pensando en diferentes asuntos sin importancia pasé lo que me parecieron tres o cuatro horas, lo que en realidad fueron unos tres cuartos de una. Vi pasar a Howard, salía del local, y como amigo mío que era me dispuse a seguirle.

Sigilosamente me levanté, y sin mediar palabra con los inminentes ex comensales me atreví a continuar los pasos del pálido pelirrojo, que fueron calle arriba hasta llegar al Nostradamus.

Ya en la barra me acerqué del todo y me dispuse a sorprenderle por detrás mientras pedía.

-¡Qué pasa, Howard!

-¡Coño, Village! ¿Qué tal tío?

-Nada, aquí, ya ves. ¿Cómo tú por aquí? (Pues él vivía en otra ciudad)

-Pues nada, quedé con unos colegas y al final no vienen, tengo la moto ahí al lado, pero me pasé por el Rosebush hace un rato para ver si veía a alguien conocido y ahora aquí para tomar algo antes de marcharme.

-¿Qué marchar? Quédate aquí, joder, que hace mucho que no salimos juntos. Venga me invitas a una birra y luego vemos qué hace todo el mundo.

Nos giramos para pedir sendas pintas, cuando el camarero se fijó en mi cara y pareció reconocerme, con una expresión de sorpresa graciosa. Es curioso, porque llevo frecuentando esta cervecería todas las semanas desde hace por lo menos dos años y es la primera vez que me mira.

-Vaya la que liaste ayer eh-dijo sonriéndose-¿Qué os pongo, chicos?

Howard pidió las pintas mientras yo me quedé suspensivo, analizando, intentando recordar, ¿Qué había hecho yo en el Nostradamus ayer? Es más, ¿Había estado yo en el Nostradamus anoche? Madre mía, esta sensación de desconocimiento de mis actuaciones pasadas reafirmaba de nuevo la resaca, miré hacia todos los rincones, intentando que algo me inspirase algún vago recuerdo, algo que… nada, imposible, tengo demasiados recuerdos en este sitio y se mezclan todos.

-¿Estuve bien o qué?-pregunté, intentando no reconocer que no recordaba, a ver si me podía decir algo. Él se rió mientras acababa de servirnos las cervezas, y tanto Howard como yo sorbíamos los primeros tragos, intrigados.

-Bueno, tuviste suerte de que Hunter-el encargado del bar-te salvase el pellejo, aunque mejor no estés por aquí sobre las doce, porque es cuando viene y no creo que le apetezca verte.

-Vale, me rindo ¿Qué carajo hice anoche?

De nuevo se rió.

-¿No te acuerdas? Pues llegaste borracho con una chavalita así rubia, de tu edad, con el pelo corto… muy maja. Te pusiste a hablar con todos los que había en la barra, y al final les invitaste a “una ronda masiva de cervezas”, así dijiste tu, os las serví, pero tú, según fuiste a coger la tuya se la tiraste a uno por encima, y a él se le cayó la suya. Te dijo muy cabreado “Págame otra” y tú dijiste que no tenías dinero, los demás se dieron cuenta y fueron a por ti, porque tendrían que pagarse la cerveza, y Hunter dijo que invitaba la casa, pero el otro cabrón dijo que le daba igual, que te iba a romper la cara, y saliste corriendo calle abajo, pero antes metiste el pie en el agujero ese que nos pusieron al lado de la puerta, todos nos reímos y al tío éste se le olvidó toda la movida y eso fue lo que pasó ¿Cómo acabaste?

-¿Qué? ¿Qué tía?

Había asimilado bien la historia, y más o menos encajaba con el resto que conocía, pero no sabía nada de una chica. El camarero, se encogió de hombros y se fue a atender a otra gente. Howard y yo subimos al piso de arriba para sentarnos a terminar la cerveza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario