Capítulo 2: Luces, serpientes y whisky aguado.

Todo era negro con luces de colores muy brillantes, viajaba en una especie de serpiente mecánica, con esa sensación de velocidad que se tiene en el tren cuando vas sentado en el asiento que mira hacia atrás. Empecé a escuchar voces, risas de esas que acojonan de verdad, cada vez iba más rápido joder.


Sudoroso y más pálido que un culo recuperé la consciencia, notaba que era arrastrado hacia fuera por uno de esos camareros cachas que parecen cruasanes, que llevan esas camisetas apretadas que ponen “De puta madre” y esconden sus incipientes calvas peinándose hacia arriba. ¿Qué cojones había pasado? La cabeza me dio vueltas en cuanto me desperté y casi me desmonta una especie de huesudo moreno que se me abrazó de repente gritando.

-¡Coño Humphrey!

-¿Qué carajo haces, cabronazo? Que casi me destrozas hijo de puta.

-Venga tío, vente al Taller 81, que me espera Mirtha.

-¿Quién?... esto… paso tío, es un coñazo ese puto sitio, además, tengo que buscar a esta gente que no me acuerdo dónde quedé con ellos, es verdad, ¿qué hora es?

-Las once menos diez… venga ostia acompáñame, te invito a un cacharro.

-Bueno vale, joder.

Acompañé al puto cerdo de Danny al Taller 81, ese sitio es como un armario tumbado, largo y con el techo a metro noventa de altura, siempre estaba lleno de niñatos gilipollas cuya calentura bajo ventral provocaba temperaturas de 40ºC, y joder ahí no había aire.

Me pagó los 4 euros de un Cutty Sark con cola, aunque la botellita de un quinto de Coca-Cola se fue a tomar por el culo llena. Esa noche el objetivo era mamarse bien. La despaché de un par de tragos. Puro garrafón destinado a gargantas juveniles que se emborrachan con los hielos, así voy a tener que beberme ocho botellas para hacer eses. Nada, a mí lo que me prepara el estómago para ingerir una considerable cantidad de alcohol es la cerveza, me da igual rubia, negra, roja o de trigo; soñaba con cascadas doradas y espuma blanca y esponjosa, y este antro infernal no puede solucionar ni de lejos estos deseos que se me antojan refrescantes.

Meto brazo, hombro y empujo, así unas dos docenas de veces para abrirme paso entre la gente, cuando te acercas a la salida del Taller 81 es el momento más cruel, ya que ya no tienes oxígeno en el cerebro y sólo quieres salir, la mayoría de la gente está en el fondo, en la otra dirección, pero también entra más gente que no te deja paso para escapar. Un par de empujones, algún chinazo en el brazo y ya estoy fuera. Danny estaba dentro con su novia, me la suda, se lo que quiero, cuándo lo quiero y dónde lo quiero. Mi destino era el Jimmy’s Jazz Black Box, aunque primero tendría que encontrar a alguien porque entrar solo en estos lugares era como suicidarse con un clip.

1 comentario:

  1. ya tengo ganas de que vuelva a ser lunes x la noche xa leer el tercer capitulo de tus andanzas nocturnas x nuestra querida ciudad
    Cris B.

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